John Ackerman

El aclamado documental “El Proyecto Cultural del Neoliberalismo” llega a redes | ¡Míralo aquí!

Canal 22, 30 de octubre de 2022

Es un honor anunciar que, después de años de trabajo, un exitoso estreno en la Cineteca Nacional, docenas de proyecciones en México y el mundo, así como una nominación a mejor documental, finalmente llegó a YouTube y a redes sociales nuestra gran obra.

El neoliberalismo no es sólo una violenta doctrina económica. También es un agresivo proyecto cultural que ha cambiado nuestra forma de entender y existir en el mundo.

“El proyecto cultural del neoliberalismo” es un documental que aborda este aspecto desconocido pero crucial del régimen neoliberal.

Se trata de un largometraje producido por John M. Ackerman y dirigido por Rafa Devillamagallón, con la participación de Canal 22, Estudios Churubusco, Cien Cine, Galaz Estudios, CONACYT y el Programa Universitario de Estudios sobre Democracia, Justicia y Sociedad de la UNAM, que, a lo largo de tres capítulos, demuestra cómo el neoliberalismo se metió, literalmente, debajo de nuestra piel, y trastocó casi todos los ámbitos de nuestra vida cotidiana.

De la mano de ciudadanos de a pie y de grandes intelectuales como Boaventura de Sousa Santos, Jaime Cárdenas, Elvira Concheiro, Rhina Rhoux, Mardonio Carballo, Pedro Salmerón, Andrés Barreda, Ana Esther Ceceña y Abel Barrera, el filme desarrolla una profunda reflexión sobre los efectos más nocivos de este sistema, al tiempo que muestra las alternativas solidarias, humanistas, de resistencia y de participación que existen frente al neoliberalismo.

Ahora podrán ver y proyectar sin costo alguno “El proyecto cultural del neoliberalismo”, el cual ya se encuentra disponible para su reproducción en el canal oficial de YouTube de Canal 22, así como en mis redes sociales.

Los invito a verlo aquí, a compartirlo con sus amigos, vecinos y colegas, así como dejarme sus opiniones, reflexiones e interpelaciones sobre este documental con causa.

John M. Ackerman

Director del Programa Universitario de Estudios sobre Democracia, Justicia y Sociedad (PUEDJS) e Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM. Escritor y activista. Doctor en Sociología Política y Doctor en Derecho Constitucional.

1 comentario

Deja un comentario

  • Pues ya ha llegado la hora de reconocer la autoridad de la voluntad general, la voz populi de la raza, que es compartida por todos los afectados y que remite a un interés general determinable discursivamente, según un acuerdo fundamentado acerca de algo, es decir, argumentativamente establecido y que amortigüe la lucha de clases, dónde los afectados tienen buenas razones para decidirse por una norma o forma común de acción que es igualmente buena para cada uno de los afectados y no solamente para unos cuantos ventajosos y privilegiados contados con los dedos de una sola mano, principalmente extranjeros (Iberdrola, Odebrecht, etc.); y que además es defendible públicamente porque incorpora intereses susceptibles de universalización, lo cual no es otra cosa que la justicia como Imparcialidad, al ser esa norma de acción igualmente buena para todos los afectados con ella, para la satisfacción de los intereses de cada uno, y por ello ha ganado su reconocimiento, pues el interés de un individuo vale tanto como el interés de cualquier otro igual. Y las convicciones descansan en ese consenso establecido de modo discursivo y no invocan enunciados establecidos de modo dogmático por unos cuantos, por minorías infractores obsesionada por su porción de la riqueza social.
    Así pues, solamente pueden aspirar a la validez aquellas normas de acción que puedan conseguir la aprobación de todos los participantes de un discurso, por eso todos los ciudadanos han de tener la misma oportunidad de participar en una solución de compromiso equitativa a través de un diálogo racional, y por tanto se debe de prestar igual atención a las pretensiones de todo el mundo con voz y voto, y no solo a «nuestros» supuestos «representantes» chapulines que es obvio que no representan los intereses de los electores que les dieron su voto en las urnas y con ello su escaño y curul, y que manejan una agenda ajena, pues su voto en la cámara «convencido» y razonado generalmente depende de fajos de billetes verdes. Y además, las normas o mandatos jurídicos y morales no tienen validez por el simple hecho de que conlleven sanciones que obliguen a su obediencia sin chistar, como sería el caso de un reglamento de tránsito arbitrario cuyas reglas suelen ser impuestas por una autoridad coludida dedicada al pillajes y a la rapiña ciudadana mediante la intimidación y el chantaje.
    Así pues, una norma de acción o mandato está justificado si todo el mundo lo acepta y porque se ha recurrido a principios o procedimientos universales de trato justo, a reglas de argumentación que justifican la norma de acción aprobada al posibilitar el consenso y la igualdad sin discriminación.
    Una discusión descansa en principios últimos, en normas éticas primordiales o presupuestos pragmático-trascendentales inevitables (universales y necesarios); se basa en presupuestos inexcusables que no pueden negarse razonablemente, si pena de caer en autocontradicciones, y que fungen como fundamentos imprescindibles y generales de toda argumentación; argumentación cómo teoría de la acción o praxis, pues son las condiciones ideales de un argumento convincente dónde cualquier ciudadano como ser razonable pueda participar y contribuir en un debate público, ya que es capaz de hablar y de actuar, pues nadie tiene derecho a recibir un trato preferencial: si yo tengo un derecho es que los demás también lo tienen por ciudadanía igual. Estamos hablando de las condiciones de simetría y de inclusión sin excepción alguna, y que constituyen el principio de libertad de opinión sin injerencias externas ni coacción alguna cuando se participa en una discusión entre proponentes y oponentes, como interlocutores iguales donde no hay una represión sutil y oculta ni desigualdad, sino crédito recíproco y relaciones de reconocimiento recíproco, pues todos los participantes tienen igualdad de oportunidades para aportar contribuciones a la discusión y de presentar argumentos propios en la búsqueda cooperativa de la verdad pública. El poder ya no puede concentrarse en manos de pudientes con «principios» canallescos y mezquinos para acrecentar con astucia las expectativas de vida de unos pocos (1%) y reducir drásticamente las de la mayoría (99%) hasta agotar su pólvora, porque se conculca el principio de ventajas recíprocas de beneficio mutuo para todos, el de la cooperación voluntaria mutuamente ventajosa de una sociedad y se generan los privilegiados y los parias (dominación y resistencia).
    «Quiero morir siendo esclavo de los principios, no de los hombres» -Emiliano Zapata-.
    Hay que «moderar la opulencia de la miseria» -Morelos- en los Sentimientos de la Nación.