John Ackerman

AMLO: 180 grados en 100 días

La Jornada, 11 de marzo, 2019

Por: John M. Ackerman (@JohnMAckerman)

 

 

Durante sus primeros 100 días, Felipe Calderón mandó los militares a las calles en un desesperado intento por ahogar las protestas en contra del fraude electoral de 2006 y simultáneamente quedar bien con las exigencias del Pentágono. En su turno, Enrique Peña Nieto impulsó sus «reformas estructurales» para alinear su gobierno con los mercados financieros internacionales y firmó el «Pacto por México» para cooptar a la oposición política de izquierda. En contraste, Andrés Manuel López Obrador se ha lanzado personalmente a las calles para recorrer las 32 entidades federativas, inaugurando múltiples nuevos programas sociales, iniciado una cruzada en contra de la corrupción, y sostenido un diálogo permanente con los medios de comunicación y la población en general.

Las discrepancias no son sólo de «estilo» sino que reflejan diferencias de fondo con respecto a la conceptualización de las funciones y los propósitos del Estado mexicano. Las prioridades de Calderón y de Peña Nieto eran, por un lado, imponer su control político frente a un escenario de ilegitimidad electoral y, por otro lado, acercarse a Washington y cortejar a Wall Street. López Obrador, en contraste, busca estrechar sus lazos con la sociedad mexicana y reestablecer la rectoría del Estado mexicano frente a los poderes fácticos nacionales e internacionales.

Las coordenadas del nuevo gobierno son perfectamente claras e implican un viraje de 180 grados con respecto a la lógica de los gobiernos anteriores. Primero, diálogo con y apoyo directo a los ciudadanos en lugar de control e intermediación clientelar y corporativo. Segundo, firmeza en lugar de subordinación frente a los oligarcas, los imperialistas y los corruptos. Es precisamente por ello que su gobierno ha sido castigado por las calificadoras internacionales, pero también premiado por la opinión pública nacional.

Ahora bien, las críticas a este nuevo modelo de Estado son perfectamente válidas, bienvenidas y comprensibles. En un sistema democrático la voz de la oposición debe articularse libremente y expresarse de manera contundente.

Sin embargo, es un despropósito esconder estas críticas atrás de una bandera de supuesta defensa de la «democracia». Reorientar las prioridades del gobierno de Standard & Poors a las personas de la tercera edad, de Wall Street a Oaxaca, de Mexicanos Primero a los maestros de primaria, y de Antorcha Campesina a los jóvenes sin escuela ni trabajo, no implica autoritarismo ni demagogia sino simplemente compromiso social.

López Obrador no ha afectado en absoluto la división de poderes ni la libertad de expresión o de manifestación. Los Ministros de la Suprema Corte siguen ganando más de dos veces el salario del Presidente de la República y han suspendido la aplicación de la Ley Federal de Remuneraciones sin que haya habido castigo alguno para ellos. El Congreso de la Unión ha tomado en serio su papel de revisar, modificar y perfeccionar las iniciativas presentadas por el Presidente de la República, como en el caso del presupuesto federal y la Guardia Nacional. Los medios de comunicación hoy cuentan con más libertad que nunca para criticar frontalmente e incluso burlarse y tergiversar los dichos del ocupante de Palacio Nacional. Se han liberado docenas de presos políticos. Y se ha aumentado significativamente la libertad organizativa de los movimientos sociales y la fuerza negociadora de los sindicatos.

Ha llegado la hora para que la oposición (neo)liberal deje de intentar engañar a la población vistiendo sus legítimas críticas ideológicas con sedas de «defensa de la democracia». A pesar de las enormes diferencias en los contextos correspondientes, personajes como María Amparo Casar y Claudio X. González, por ejemplo, se parecen cada vez más a Juan Guaidó y John Bolton. Lo que une estas cuatro voces es la utilización del discurso de la «promoción de la democracia» para empujar subrepticiamente una agenda claramente ideológica. Esta hipocresía hace un daño terrible al mismo concepto de la democracia ya que lo vacía de contenido e invisibiliza las verdaderas luchas por el empoderamiento y la participación ciudadana.

En lugar de quejarse de los supuestos reflejos autoritarios del «populismo» del nuevo «sultán», la oposición haría bien en aprovechar los nuevos tiempos democráticos para organizarse a plena luz del día para empujar abiertamente su agenda (neo)liberal. Si no lo hacen, nos arriesgamos a que el importante espacio de la oposición pronto sea ocupado por el neofascismo de derecha que hoy recorre el mundo desde Estocolmo hasta Brasilia. El resultado podría ser desastroso al generar un contexto de profunda polarización política y social para la competencia electoral de 2024.

El verdadero riesgo para la democracia mexicana no es entonces la presencia de un liderazgo fuerte y de izquierda en Palacio Nacional, sino la debilidad de la oposición de derecha que todavía no logra articular una estrategia franca, institucional y responsable frente al nuevo escenario político nacional.

John M. Ackerman

Director del Programa Universitario de Estudios sobre Democracia, Justicia y Sociedad (PUEDJS) e Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM. Escritor y activista. Doctor en Sociología Política y Doctor en Derecho Constitucional.

Comentarios

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  • Bien dicho mi querido John. Para los intelectuales orgánicos neoliberales es muy difícil si no imposible desprenderse del cheque por ser voceros de la oligarquía mexicana. Por éso es muy importante exhibirlos y desmentirlos oportunamente.

  • Desgraciadamente defender la agenda neoliberal es quedarse sin ideología. Por eso no hay nada que defender, es someterse al neocolonialismo y vender el país incluyendo a sus ciudadanos como esclavos. Creo que están conscientes de su falta de respeto a los demás mexicanos y su codicia sin amor a la patria.

  • Hola. Más que María Amparo Casar, es Denisse Dresser (súper neoliberal, publicándose como «opositora democrática»)…más vendida que nunca la pobre…

  • Me pregunto:esperaremos q los ministros q no quieren bajarse el sueldo,tendremos q esperar a q terminen su periodo para poner en marcha la ley de austeridad con los nuevos ministros q lleguen?

  • Me parece muy sensato el punto de vista de John sin embargo,entendiendo el pánico de los conservadores y la orquestación que hay con los medios tradicionales que hoy ya no tienen los ingresos acostumbrados,los que pretendemos que le vaya bien a Amlo y entendemos y felicitamos el cambio,también debemos señalar lo que consideramos puede corregirse.Quizás empezar a hacer informes por dependencias o secretarías cada 3
    o 6 meses para que se vean los avances, con cifras y datos concretos.Entender que 60 millones no votaron por Amlo 30 que lo hicieron por los partidos próximos a desaparecer y 30 que no votaron por nadie, ojo son más que los 30 que votamos por el.Otro tema si no vemos tras las rejas a quienes han abusado, robado, matado etc.habrá una gran decepción,y no se logrará acabar con la corrupción,ni con la impunidad.Finalmente en Pemex tienen que hacer los cambios necesarios para que volvamos a tener calificaciones que permitan atraer la inversión nacional y extranjera pues cómo el dijo sin ellos no podremos salir adelante.saludos afectuosos.

  • Realmente la oposición que nunca fue hay que aclarar fue un corporativismo endulzado por el poder y el dinero todavía no ve la realidad actual y lo que una oposición consiente de su papel en este México cambiante y borracho de esa sequía de libertad social no hay una oposición que pueda ser un fiel que balance las necesidades de un México moderno sin corrupción con propuestas que sean legítimas para una sociedad cansada del oscurantismo del poder de una oposición sin timón sin imaginación y sin liderazgo y he de decir que es muy necesaria esa ‘moderna» oposición para un crecimiento con una diversidad de ideas y propuestas para un futuro más incluyente de toda la sociedades