Por: John M. Ackerman (@JohnMAckerman)
El levantamiento popular del 1 de julio de 2018 no fue solamente en contra de la corrupción desmedida del Poder Ejecutivo y el indignante servilismo del Poder Legislativo, sino también en repudio a la impunidad y el cinismo del Poder Judicial. Si bien hubo avances importantes con respecto a la autonomía y el profesionalismo de los jueces, magistrados y ministros a partir de la reforma judicial de 1994, todavía falta mucho camino por andar.
Eduardo Medina Mora era para el Poder Judicial lo que Rosario Robles era para el Poder Ejecutivo. Ambos encarnan el descaro y la corrupción del viejo régimen. Fueron alfiles claves en un sistema cuyo principal propósito era la desviación de fondos públicos y el encubrimiento de recursos privados con el fin de consolidar el predominio de una pequeña mafia en las cúpulas de la política y la economía nacionales.
La trayectoria de Medina Mora también se parece a la de José Antonio Meade, ya que ambos tuvieron largas carreras transexenales sirviendo por igual a gobiernos del PRI y el PAN. Estas dos figuras representan fielmente las dos caras del «neoliberalismo autoritario», documentado en mi obra El Mito de la Transición Democrática, que mal gobernó el país entre 2000 y 2018 traicionando la enorme esperanza del pueblo mexicano en la posibilidad de materializar un cambio de régimen.
Medina Mora fungió como titular del CISEN y Secretario de Seguridad Pública con Vicente Fox. Durante aquel sexenio, jugó un papel clave en hacer posible tanto el desafuero de 2005 como el fraude electoral de 2006, ambos contra López Obrador, así como en garantizar la impunidad del entonces Gobernador Enrique Peña Nieto con respecto a la brutal represión en San Salvador Atenco.
Después, Medina Mora ocuparía el cargo de Procurador General de la República durante la primera mitad del sexenio de Felipe Calderón. Desde ahí sería uno de los principales responsables por la fallida «guerra» en contra del pueblo mexicano que bañó de sangre al país y sometió las estrategias de seguridad pública a las directrices de Washington.
En 2018, Peña Nieto reciclaría a Medina Mora como su Embajador en Washington, en agradecimiento por sus servicios de encubrimiento en el caso Atenco. Posteriormente, el ex-esposo de Angélica Rivera enviaría Medina Mora a la Suprema Corte como su alfil para proteger los intereses del viejo régimen en el máximo tribunal del país.
Desde ahí, el ahora defenestrado Ministro abusó de su poder para descongelar cuentas bancarias de personajes acusados de corrupción y lavado de dinero, así como proteger a importantes personeros del viejo régimen, de acuerdo con testimonios del Titular de la Unidad de Inteligencia Financiera, Santiago Nieto.
Así que la renuncia de Medina Mora, el primer Ministro en separarse voluntariamente de su cargo desde la reforma judicial de 1994, tiene una gran relevancia simbólica ya que implica que los principios centrales de la Cuarta Transformación de no mentir, no robar y no traicionar también se aplicarán al Poder Judicial durante esta nueva etapa de la historia de México.
Ello no implica alguna «intromisión» del Poder Ejecutivo en el Poder Judicial, sino todo lo contrario. Fue precisamente durante el viejo régimen cuando se llegó a extremos grotescos de mezcolanza y complicidad entre los poderes. El contubernio entre el entonces Ministro Presidente Mariano Azuela y Fox para desaforar a López Obrador en 2005 fue solamente uno de muchos ejemplos. La imposición del mismo Medina Mora como Ministro en 2015, a pesar de su oscuro pasado y no contar con el requisito de residencia legal en el país, fue otro caso evidente.
La Cuarta Transformación no es la consigna de un partido político ni pertenece al titular del Poder Ejecutivo, sino que es una causa universal que debe permear la actuación de todos los servidores públicos en todos los poderes y niveles del Estado mexicano.
Afortunadamente, hoy se abre un camino de esperanza en el Poder Judicial. Y no solamente por la afortunada renuncia de Medina Mora, sino también porque desde el pasado 2 de enero de 2019 la Suprema Corte es presidida por un distinguido jurista y doctor en derecho, Arturo Zaldívar, quien ha sabido simultáneamente marcar su plena independencia de otros poderes y asumir el reto de escuchar y tomar en cuenta a las exigencias ciudadanas.
«En el Poder Judicial debemos ser autocríticos», expresó el ahora Ministro Presidente en entrevista con un servidor en TV UNAM el año pasado, «nos hace falta ser una corte más austera, más transparente, más cercana a la gente, con mayor sensibilidad social y humana. Una corte que entienda los tiempos que estamos viviendo. Que entienda el hartazgo, la inconformidad de la gente, y el repudio social hacia las instituciones» (véase: https://bit.ly/2M8l9Ju).
Indudablemente, es un gran golpe a los saqueadores de los anteriores regímenes corruptos, caducos, e inútiles, la Historia y la Sociedad los pondrá en el lugar que deben estar, que desde mi punto de vista, tendría que ser la cárcel, el daño que le hicieron a la Nación es incalculable.
No hay que cantar victoria, conociendo los alcances de este ser, debe contar con un red dentro del podre judicial y otra áreas. Por otro lado seguramente el texto de la renuncia, se pensó mucho y seguramente se comentó con otras personas, pues no se menciona la razón de la misma, algo que el PAN está tomando como pretexto para aducir, violación a la Constitución por su aceptación inmediata del Ejecutivo, y en el Congreso será motivo varias y fuertes discusiones por no haberse mencionado causa grave. Cuidado, se cayó en una trampa.
Gracias por la forma de informar. La Suprema Corte de Justicia de la Nación, no es la única que tiene el problema enorme de haber legitimado por muchos años el ejercicio de la impunidad, el resto del poder judicial, magistrados, jueces de distrito, secretarios de juzgados y más, son también parte de todo ese sistema implementado desde el poder ejecutivo hacia el poder judicial. En todos los circuitos existen grupos numerosos de familias que tienen cooptado el poder judicial y lo mismo sucede desgraciadamente en todas las entidades federativas en el poder judicial local, son una cuantas manos de familias extendidas a lo largo y ancho del los tribunales que «reparten» justicia, y quienes siempre esa impartición es a «modo» de $$$$.
Es la crónica de una renuncia anunciada, parafraseando el título de la excelente novela de Gabriel García Márquez «Crónica de una muerte anunciada». Dentro del incontable rosario de atrocidades cometidas en perjuicio del pueblo mexicano por la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), a partir de la (des) composición de este cuerpo colegiado que dejó como herencia negra Ernesto Zedillo, el nombramiento como ministro de la Corte de Eduardo Medina Mora, fue la cereza del pastel en ese banquete de complicidades del Poder Judicial con el Poder Ejecutivo, pues este nefando personaje jamás ejerció la profesión de abogado y EPN acabó así de desprestigiar totalmente a la SCJN. Aún quedan en la Corte nefandos Ministros representantes del viejo sistema de gobierno neoliberal corrupto e inepto como Jorge Pardo Rebolledo, quien considera constitucional la figura del arraigo, condenada por todos los tribunales internacionales. Tarde se está haciendo para que se renueve la plantilla de ministros de la SCJN con juristas honestos y comprometidos con la justicia y la verdad, que no siempre están plasmadas en la ley.