Las encuestas más recientes de los diarios Reforma y El Financiero, así como de la empresa Parametría colocan a Andrés Manuel López Obrador con una ventaja de entre 20 y 30 puntos porcentuales hacia las elecciones presidenciales del próximo 1 de julio; algo casi insuperable. El tabasqueño domina a sus dos contrincantes––Ricardo Anaya y José Antonio Meade–– en absolutamente todos los sectores sociales, en todos los rangos de edad y en cada una de las regiones del país. Ni con un mega fraude electoral esos contendientes podrían remontar esta enorme desventaja del sistema corrupto.
Pese a ello Anaya, Meade, Lorenzo Córdova, el consejero presidente del Instituto Nacional Electoral (INE), y un grupo de los oligarcas más poderosos del país se niegan a aceptar la derrota. Estos soldados de la continuidad aparentemente están dispuestos a torpedear la campaña del tabasqueño “haiga sido como haiga sido” con el fin de mantener sus privilegios y sus prebendas.
La masiva realización de llamadas robotizadas con “encuestas” simuladas que atacan y difaman a López Obrador constituyen el capítulo más reciente en una guerra sucia de larga duración que viola flagrantemente la ley y enturbia el proceso electoral. El objetivo de estas llamadas no es solamente alejar a los votantes de López Obrador, sino también obstaculizar la realización de nuevas encuestas electorales durante las próximas semanas que podrían ir confirmando la inevitable victoria del candidato de Morena en las elecciones presidenciales.
Después de recibir varias de estas llamadas amenazantes y difamatorias, el ciudadano difícilmente tendrá ganas de responder a las preguntas de un encuestador auténtico que se atreva a marcar por teléfono o a tocar el timbre de su casa. El miedo y el fastidio dictarán que es mejor encerrarse en su domicilio y simplemente no hablar con extraños. Es factible que este proceso de aislamiento voluntario afecte de manera particularmente fuerte a los allegados de Morena ya que los ataques están dirigidos específicamente contra ellos.
Con este operativo los hombres y las mujeres del sistema buscan alterar artificialmente los resultados de las encuestas y así generar un ventana de oportunidad para poder operar un “fraude patriótico” sin llamar demasiado la atención o pagar costos políticos demasiado altos. Esta jugada no solamente cuenta con muy pocas probabilidades de éxito, sino que también constituye una violación flagrante a la normatividad. Si el INE, la Fiscalía Especializada Para Los Delitos Electorales (FEPADE) y el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI), no investigan y castigan inmediatamente a los responsables, estarán demostrando una vez más que sus abultados presupuestos no tienen razón de ser.
Hay cinco maneras en que la masiva realización de llamadas difamatorias está violando la ley:
En primer lugar, nos encontramos ante una muy probable violación de la Ley de Protección de Datos Personales en Posesión de Particulares (LPDPPP). El INAI tendría que realizar una investigación exhaustiva de los números de origen y destino de cada llamada para averiguar si no hay alguna filtración o venta ilegal de los números personales de millones de clientes de servicios telefónicos. Es probable que estemos ante un caso de mal uso de datos personales similar al que metió en serios problemas legales a la empresa Cambridge Analytica en Europa y Estados Unidos.
En segundo lugar, tanto la Constitución como las leyes electorales prohíben que la propaganda política utilice calumnias que atribuyan falsamente delitos a partidos o candidatos opositores. La referencia falsa a Nestora Salgado como una supuesta secuestradora en un gran número de estas llamadas evidentemente se encuentra fuera de norma.
En tercer lugar, la enorme cantidad de dinero requerida para financiar la realización de millones de llamadas desde call centers especializados debe ser materia de una investigación inmediata por parte del INE. El gasto fácilmente podría generar un rebase del tope de gasto para las campañas de Anaya o Meade, así como también un rebase del límite estricto con respecto al financiamiento privado para las campañas políticas.
En cuarto lugar, nos encontramos también frente a la probable comisión de un delito electoral que debe ser investigado por la FEPADE. En inciso XVI del artículo 7 de la Ley General en Materia de Delitos Electorales impone una multa de 50 a 100 días y prisión de seis meses a tres años a cualquier persona que “realice por cualquier medio algún acto que provoque temor o intimidación en el electorado que atente contra la libertad del sufragio». Las llamadas evidentemente buscan generar precisamente tanto “temor” como “intimidación” así que la FEPADE estaría obligada a intervenir en el caso.
Por último, entre los cientos de denuncias recopiladas por la iniciativa universitaria “Diálogos por la Democracia” hemos detectado numerosas llamadas realizadas desde números del extranjero, desde Brasil y Grecia, por ejemplo. Ello viola claramente la prohibición absoluta en contra de financiamiento desde el extranjero para las campañas políticas en México.
Estas llamadas son apenas el principio del escalamiento de la guerra sucia durante las últimas semanas de la campaña. Si las instituciones no toman una acción contundente para frenar esta práctica a todas luces ilegal estarán literalmente invitando al PRI y al PAN a que rompan con cualquier semblanza del Estado de derecho en el camino hacia el 1 de julio, algo que podría poner en riesgo la celebración misma de las elecciones presidenciales.
*Publicado originalmente en Revista Proceso, número2171, el 10 de junio de 2018.
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