Por: John M. Ackerman (@JohnMAckerman)
En un mundo cada vez más desigual e irracional, donde el capital financiero, las agencias de seguridad y las empresas trasnacionales arrasan con el planeta, la visita de Andrés Manuel López Obrador a la ONU fue como un vaso de agua fresca en el desierto. Con su intervención en el seno del Consejo de Seguridad, el Presidente mexicano demostró la enorme relevancia de la Cuarta Transformación, no solamente como un fenómeno nacional, sino también como un ejemplo global.
Desde el primer momento de su discurso, López Obrador fijó los términos para el urgente debate internacional sobre el futuro de la humanidad. AMLO rechazó la costumbre de “hablar de seguridad como sinónimo de poderío militar” y afirmó que, en realidad, “el principal obstáculo” para lograr la seguridad verdadera (tanto la humana como la social) es “la corrupción en todas sus expresiones”.
López Obrador ofreció una definición expansiva de la corrupción que pone de cabeza la lógica burocrática y tecnocrática utilizada por las principales organizaciones internacionales. Planteó que la corrupción no solamente afecta al sector público, sino que, sobre todo, surge del abuso de poder por parte del sector privado, específicamente de “los poderes transnacionales, la opulencia y la frivolidad como formas de vida de las élites; el modelo neoliberal que socializa pérdidas, privatiza ganancias y alienta el saqueo de los recursos naturales y de los bienes de pueblos y naciones”.
López Obrador prosiguió: “Es corrupción el que tribunales castiguen a quienes no tienen con qué comprar su inocencia y protejan a potentados y a grandes corporaciones empresariales que roban al erario o no pagan impuestos; es corrupción la impunidad de quienes solapan y esconden fondos ilícitos en paraísos fiscales; y es corrupción, también, la usura que practican accionistas y administradores de los llamados fondos buitres, sin perder siquiera su respetabilidad.”
Esta certera visión coincide con las teorías de la exsecretaria de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval, hoy de regreso a la UNAM como Coordinadora del Laboratorio de Documentación y Análisis de la Corrupción y la Transparencia, quien desde hace años ha sido pionera en el desarrollo de una innovadora teoría de la “corrupción estructural” que rompe con los esquemas neoliberales, excesivamente burocráticos y culturalistas, para dar pie a un nuevo enfoque integral para combatir a la corrupción desde las raíces a partir de atender los factores políticos, sociales y económicas (véase https://bit.ly/3wMDBex y https://bit.ly/3HmAj6D).
Pero no solamente el diagnóstico, sino también la propuesta de López Obrador sacudió conciencias en Nueva York. AMLO llamó a la ONU a “despertar de su letargo” y a actuar “con más protagonismo, con más liderazgo” para poner en acción un Plan Mundial de Fraternidad y Bienestar con el fin de “garantizar el derecho a una vida digna a 750 millones de personas que sobreviven con menos de dos dólares diarios”.
López Obrador propone que las mil personas más adineradas y las mil corporaciones privadas más grandes del mundo contribuyan cada una 4 por ciento de sus fortunas. Adicionalmente, recomienda que cada uno de los países más ricos del “Grupo de los 20” done 0.2 por ciento de su PIB. Ello, dice López Obrador, generaría un fondo de un billón de dólares anuales que podría ser utilizado para paliar la pobreza y el hambre mundial por medio de transferencias directas, sin intermediarios, a los bolsillos de las poblaciones más marginadas, siguiendo el ejemplo de los programas sociales ya implementados en México.
Ahora bien, López Obrador propone que estas contribuciones sean “voluntarias” y que la ONU incentive la realización de las donaciones humanitarias por medio de la emisión de “certificados de solidaridad”. Sin embargo, una forma mucho más efectiva para garantizar el cumplimiento del Plan Mundial propuesto sería a partir de la imposición de las contribuciones requeridas con la fuerza de la ley por medio de un gran acuerdo internacional a favor de una reforma fiscal integral.
Desde México podríamos poner el ejemplo llevando a la práctica las propuestas de López Obrador. El Congreso de la Unión, que hoy cuenta con una mayoría de diputados y senadores aliados a la 4T, debería considerar implementar durante el próximo año un nuevo impuesto de 4% sobre el patrimonio de las personas morales y físicas más ricos del país, ello con el fin de aumentar los montos de las becas ya existentes para la población mexicana y también generar un fondo adicional para apoyar a los pobres en Centroamérica y el mundo entero.
De esta manera, con la conversión de las palabras de AMLO en la ONU en hechos a nivel nacional, la Cuarta Transformación se convertiría de manera definitiva en un faro de esperanza no solamente para los mexicanos sino también para la humanidad entera.
Contundente participación del Sr. Presidente en la ONU
Suena utópico pero puedes volverse realidad con tantito humanismo de las partes involucradas
O sea que la inocencia se puede comprar, es decir «si soy culpable compro mi libertad», según dijo AMLO